La vida se escapa por el callejón
donde discutimos por primera vez
y un beso certificó la paz
mientras a dos calles una rata se metía en la alcantarilla
ajena a saber que es el amor.
Sigo sin saber que ha sido de ti
y tú sigues ganándote a pulso
que al final ni me importe.
Yo que de milagro no desvalijo una mansión
para escaparme contigo
donde no hay callejones tan sombríos
por los que la vida huye.
Ya no sé si estas taquicardias son por ti
o por la chica que me espera al otro lado del espejo.
Inevitablemente escucho tu nombre
en los gritos desgarradores de la madrugada,
en el vacío de la inmensidad
donde no cabe mi corazón cuando te busco y no te encuentro.
De nuestros escombros nace el tesoro que otra se ganará,
que el día menos esperado añorarás
con una nostalgia que te recorrerá hasta el último hueso,
quizás el domingo que entiendas la magnitud de lo que te dí.
Aún crepitan las brasas del incendio que fuimos,
pero cualquier tormenta de las que a diario sufro y gozo
las apagará.
Tengo derecho a dejar de pensar en ti
por méritos propios, por supervivencia.
Ya te recordé muchas cosas
y no sirvió de nada,
ya puse el alma en tu recibidor
y la pisó otro de camino a tu habitación.
No puedo llorar por algo tan frío,
le robo al tiempo unos instantes de clemencia
y empiezo a olvidarte.
